martes, 18 de septiembre de 2012

"Unos dicen que soy de los que van, aunque estoy descansando del camino". Carmen Conde y su valiente canto de amor

Descubrí a Carmen Conde hace un par de años, gracias a un curso de Literatura Española de mi facultad sobre la poesía y las mujeres. Me gusta poder conocer a autores nunca antes leídos, es como hallar algo importante que venías buscando hacía tiempo. Es la sorpresa de leer versos distintos, pero también la complicidad de saber exactamente de qué hablan.

Carmen Conde nace en Cartagena, España, en 1907. Licenciada en Filosofía y Letras, se dedicó a la docencia, fundando junto a su marido la primera Universidad Popular de Cartagena. Supo conciliar su profesión con la poesía, publicando detrás del nombre Florentina del Mar varios libros de prosa y de poética. Además, fue la primer mujer en obtener un puesto en la Real Academia Española.

He venido a quererte, a que me digas tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzo que salobres me refrescan la sed de tanto tiempo.
Me gusta leerla porque es una mujer fuerte, valiente, que le canta al amor sin tapujos, sin miedos. Quién pudiera hacerlo! Quién fuera tan valiente para amar sin reservas, y gritarlo a los cuatro vientos porque sí. Carmen Conde le habla a su hombre de igual a igual, desde la misma altura, sin asustarse de ese miedo que lo abarca todo cuando el corazón te estalla en el pecho y la piel te queda chica.


Aquí comparto con Uds. algunas de sus poesías que más me gustan (textos sacados de A media Voz):


AMANTE
Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.
No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya
esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,
cuando clama la voz en desiertos de llanto.
Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,
y el amor se consuela prodigando su alma.
Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,
y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.
Solamente tú y yo (una mujer al fondo
de ese cristal sin brillo que es campana caliente),
vamos considerando que la vida..., la vida
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
es, segura, la luz, porque tenemos ojos.
Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres
de desear y ser mucho más que la vida...?
No. Ya lo sé. Todo es algo que supe
y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.

AMOR
                  Ofrecimiento.

Acércate.
Junto a la noche te espero.
Nádame.
Fuentes profundas y frías
avivan mi corriente.

Mira qué puras son mis charcas.
¡Qué gozo el de mi yelo!

ANTE TI
Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
esa rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.

Campo mío, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.

He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzo que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.

Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.

¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy...? ¿qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?

AUNQUE TE DIGA NO, EMPEÑATE EN SI
Aunque te diga No, empéñate en Sí,
y si te empujo, procura tú vencerme.
Así que te rechace de mi vida
azotará mi espíritu el perderte.
¡Intuyo que una hoguera tan perfecta
nunca nadie podría ya encenderme...!
Y es duro y es cruel que yo batalle
quitándote de mí. Resueltamente
cortándome de ti, para librarme
de este sordo luchar en que me vences.

Sólo pienso en ti. Repito tu presencia
en un continuado nacer de tus palabras.
Imágenes que son imágenes ya fijas
de tanto recordarlas me turban y enloquecen.
Te veo como un día que fuiste una brevísima
criatura sorprendida por labios repentinos.
Te veo en alta noche, temiendo que tus ojos
mintieran por amor que era yo la que buscabas.

Oh, cómo te contemplo, oh, cómo te persigo;
das vueltas en el aire en rueda que no para!
Yo sólo pienso en ti. Te odio. Te deseo.
Libértame de verte en todo lo que miro;
auséntame de ti, martirizante imagen,
¡que te ven en mis ojos anhelantes, los ciegos!

Tus ojos son las fuentes donde beben los tigres,
que cuando tienen sed no respetan las selvas;
y arrancan, mientras rugen, esas flores sencillas
que entre el romero mueven su poderoso olor.

A tus ojos se vuelcan las entrañas del monte,
y por nacer en ellas, oh, líquido delgado,
consienten que las lenguas vellosas de las fieras,
lamiéndolos con furia, sequen ríos de ojos.

Tanto como el romero florido, cuyo aceite
persistirá en la piel de los fieros sedientos,
huelen cortas raíces y esbeltos anticipos
de las flores oscuras del secreto deseo...

La luna se deshoja como un ave en tu agua.
A los tigres con celo esa luz los persigue
como loco fantasma de una caza suprema
que en el río, tus ojos, es posible alcanzar.

Tengo frío ante ti. Porque fuentes tan frías
no se encienden sin ángel que su calor otorgue.
Y ese ángel que a ti, a tus charcas bajara,
no lo oigo cantar ni lo siento fluir.

¡Ah, tus tigres con sed! Déjalos que nos beban,
y cuando ya mi boca reseca se deshaga,
suéltalos sobre mí, no detengas su ataque:
¡para tus fieras tengo una cierva en mi cuerpo!

Dejarte perder me duele, porque duele en la tierra
que una raíz se seque sin romperse en el tallo
y alumbrar en la flor, para que el aire sepa
lo que la tierra sabe, porque tuvo raíces.

Resignarme a que fluyas por otros cauces, me duele;
porque yo soy un cauce del grueso de tu fuente.
Y para correr en otros tendrás que derramarlos
o que volcarte hondo, rompiéndolos por dentro.

Es que soy tu medida, es que ninguna tierra
será capaz de darte lo que yo te daría,
si en lugar de negarme a que germines, corras,
yo te hiciera mi agua, calentara tu grano.

¡Qué delirio de fuerza que se opone a tu empuje;
qué frenética para que no quiere cedérsete!

AUSENCIA DEL AMANTE
He vuelto por el camino sin hierba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.

CANTO AL HOMBRE 
Cuando eres, como ahora, hermoso y fuerte,
yo te amo.
Cuando el viento se doblega para ti,
cuando a la tierra tú la rindes, yo te amo.
Yo te amo por osado,
y te amo por heroico, por audaz y porque ofreces
tu hermosura y tu valor. Por derramado.
Firme tú sobre las nubes, navegando los espacios.
Duro tú sobre las aguas, descollante tu estatura
en lo azul del océano... Hombre joven que lo afrontas
cual un elemento más, siendo tú el lazo
de elementos de creación. Yo así te amo.
Desde lejos y despacio, torpemente en el comienzo,
tu andadura cada siglo acelerando...
así has llegado.
Y ya domas a los mares y a los cielos; los cabalgas
como potros tan salvajes como fuiste. A los astros
los asedias sin temor. Igual que un astro, que otro astro
participas del secreto compartido, constelando
como ellos mi cenit. Hombre, te amo.
Yo te amo y te contemplo, yo te admiro y yo te exalto.
E ignorando cómo cantan los arcángeles, te canto.
Mientras seas como eres, una luz entre las sombras,
una luz sobre los bosques, un clamor desde los labios;
mientras cantes y sonrías, esperanza de otro tú
ya menos agrio,
hombre joven, hombre fuerte, hombre hermoso,
yo te amo.
Aunque guardas en tus ojos viejas piedras del basalto
que formaba las murallas de Proverbios y del Cántico,
ya despierta tu mirada a la ternura
enajenados resplandores fugitivos de piedad por lo creado.
Como un hacha cortas tú, y eres tan blando
que te rayan las plegarias y el amor.
Eres compacto
y flexible, quebradizo, vulnerable...
¿De qué rayo fulminose lo divino contra ti?
No te ha abrasado ni la cólera de Dios, ni su contacto.
Sobrepasas a tu propia lava impura, en sobresalto
de promesas y derrotas... Ajeno y amplio
como tierra y como el mar, como el espacio.
Pero, hermoso; pero, audaz. Loco de siembras
que, no estrellas sino mundos, vas hincando.
Empujaste las cavernas, destrozaste las pirámides,
desecaste los diluvios, apagaste los volcanes,
arrancan dando del planeta a los bienaventurados.
¡No volvías la cabeza de oro puro a lo pasado!
Por cruel y por ardiente, yo te amo.
¿Quién no aleja para ti lo que has huido;
quién no llora por tu amor lo que has matado?
Nunca yo que te contemplo; nunca yo
que me he entregado
a la sangre y al gemir de tantos duelos
como pueblan tu yacer y tus contactos.
Ahora, no. Que te liberas y me llevas por el aire,
confiando
en tu propia inteligencia, en tu arrebato.
¡Ah, los vuelos que gobiernas con sonrisa
y dócil mundo
de instrumentos que tú mismo has inventado!
Y te sirven, como sirven los esclavos.
No desciendas, no me abatas. Hombre amado,
te sostengo y me sostiene un interminable rapto.
No eres rojo ni eres negro. Eres blanco,
el fúlgido centellear de intactos arcos.
¡Atrévete con el Bien, sujétalo con tus brazos!
Hermoso varón que tanto presentía
y que he soñado.
Porque eres mi mejor yo, he ahí por qué te amo.
No te quiero cuando débil, sometido, acobardado.
Aunque torvo si acometes, más te busco despiadado
que humillando la cerviz como un toro sin sus mandos.
Que eres viejo, bien lo sé. Sé que debajo
de esta túnica de piel que te envuelve,
estás cansado de los siglos de rodar
para ver de Dios el brazo
que fulmina y que fulmina... Y, ¿no es cansancio
contemplar cómo te hundes en mi vientre,
deslizando tu niñez y tu vigor entre mis flancos
para luego desgajármelos despacio...?
¡Ah, si halláramos la brisa, si encontráramos el látigo
que flagela y que consuma a los más enamorados!
¡Por todo lo que venciste van tus piernas
de cobre forjando ajorcas para sujetar tu paso,
criatura que apretaría eternamente entre mis brazos!
Más allá de la vida y de la muerte,
Hombre, te amo.

CONFUSION
Ahora empezarás, mi vida,
a no dejarme vivir.
A que los días y sus noches sólo sean
el ahogo feroz de tu encuentro.
De tu incorporación a mí,
de tu revestimiento de mí.
A que mi sangre no sepa detenerse sola,
y se arroje a la tuya, a ti,
con la furiosa alegría de amarte,
del éxtasis de saberse tuya;
y de la angustia,
del tremendo milagro oscuro
¡que es pertenecerte!

Ahora sí; ahora.
Cuando no me busca nadie, ni yo busco.
Porque tu voz llena de altos ecos la tierra,
y tu olor los jardines más sombríos,
y de tu pecho caen las campanas de mis deseos
de ti, de mí que por ti me recobro
y aprendo, vida mía, alma mía, amor,
que es verdad que soy de carne,
que es verdad que duelo,
y gozo, y sufro, y grito
porque soy tuya.

¡Momento agotado del mundo,
éste en que te sé lejos de mí!

Apúralo todo, regresa a nuestro abismo
y déjame en ti sumida,
fuerza que se te dio sin lágrimas
de rebeldía; aunque con llanto de violencia
por verse tuya,
yo que no era de nadie,
¡ni siquiera mía nunca!,
esclava tuya, entregada tuya, amante.

Venías tú, gentil criatura,
desnudando los ríos a tu paso.
DOMINIO
Necesito tener el alma mansa
como una triste fiera dominada,
complacerle con púas la tersura
de su piel deslumbrada en mansedumbre.

Es preciso domarla, que su fiebre
no me tiemble en la sangre ni un minuto.
Que la aneguen los fuegos del aceite
más espeso de horror, y que resista.

¡Oh, mi alma suave y sometida,
dulce fiera encerrándose en mi cuerpo!
Rayos, gritos, helor, y hasta personas
acuciándola a salir. Y ella, oscura.

Yo te pido, amor, que me permitas
acabar con mi tigre encarcelado.
Para darte (y librarme de esta furia),
una quieta fragancia inmarchitable.

EN LA TIERRA DE NADIE
En la tierra de nadie, sobre el polvo
que pisan los que van y los que vienen,
he plantado mi tienda sin amparo
y contemplo si van como si vuelven.
Unos dicen que soy de los que van,
aunque estoy descansando del camino.
Otros "saben" que vuelvo, aunque me calle;
y mi ruta más cierta yo no digo.
Intenté demostrar que a donde voy
es a mí, sólo a mí, para tenerme.
Y sonríen al oír, porque ellos todos
son la gente que va, pero que vuelve.
Escuchadme una vez: ya no me importan
los caminos de aquí, que tanto valen.
Porque anduve una vez, ya me he parado
para ahincarme en la tierra que es de nadie.

ENCUENTRO
¡Gloria de tu hallazgo!
Bautismo inicial de la primavera
en oleaje de pájaros.

Se movieron las selvas inefables.
Se deshizo el otoño de sus plumas
cubriendo inviernos cándidos.

Venías tú, gentil criatura,
desnudando los ríos a tu paso.

ENTREGA
Guardaré mi voz en un pozo de lumbre
y será crepúsculo toda la vida.
Ya girarán más leves los cuchillos
porque no encontrarán dónde herirme.
Erguida de rocíos negros,
para ti cantaré.
¡Que no me busquen los sin vista,
que no me llamen los ahogados,
que no me sientan los que huyo!
A mi soledad de reflejos,
amor,
sólo tú.

FUGA EN LOS JARDINES
Las más jóvenes, deseándoos, avanzan
por estas avenidas de árboles fragantes.
Evaden primavera que a las flores oxida
con un ardor oliendo a frutas, a corceles. ..
¡Qué salvaje presencia la de las hembras púberes
entre glicinias cálidas, entre celindas vívidas!
Exigen que las amen, que las sigan corriendo
para volcarles júbilos sobre la orilla ebria.

¡Muchachas, corred más: corred hasta la aurora!
Estos grandes varones de los pechos revueltos
ansían desgranaros, ¡oh mazorcas crujientes!,
con su hambre de bocas y su hambre de frutos.
Hasta el río, que es tajo delimitando sueños,
huele a amor ya festines...

Han temblado los álamos al estallar unánimes
los oscuros latidos de dobles ruiseñores.
Los regazos del musgo, el frior de los juncos,
contemplando el encuentro aceleran su verde.
Es un cántico trémulo, en gargantas sorbido
por el amor abierto en mitad de la selva.

¡Corred siempre, muchachas, que el seguiros excita
el ardor de cogeros, suyas todas, a hombres
que de fieros esgrimen el ademán tan sólo!
Y envolveos en ropas de blanco lino puro
para mojar con ellas esos cuerpos calientes,
y amanecer ceñidas, ante el amor que vibra,
por el celo del agua posesor de las vírgenes.

HALLAZGO
Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.
Alzaré los brazos y sostendré tu aire.
Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus ríos serán mis ríos.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela,
y yo te llevaré por mares escondidos.
¡Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.

IDENTIFICACION
¡Mis ojos no te buscan sobre la tierra inmensa!
eres tú mis ojos dilatándose.
Mis ojos te contienen; si lloras tú por ellos
soy yo que me libero de mí para que llores.

¡Cuán tú soy yo conmigo, amor; qué me enajenas!
¡Qué mío tu vivir y qué mía tu muerte
viniéndote de mí, muriéndome contigo!

Le trama del latir en cuerpo que no es tuyo,
ni mío solamente: un cuerpo de dos seres
que funden la unidad de dos que ya son uno.

INDESCRIPTIBLE
Esperar es peor que nacer,
porque solamente espera el que se muere
de esperar sin hacerse con la vida
otra cosa que esperar.
El esperarte.
Y atada a esa tu espera que me gasta
y que gasta tu vida sin traerte,
aquí me estoy muriendo de ansiedades
porque cabe, tremenda, esta esperanza.
Cada día, ¡oh tú que te retrasas!
sin saber que nos vamos alejando,
es menor la distancia irreparable
de pensar, de esperar, que nos aleje.
Y aquí sigo esperando, nada intento
por huir al tormento de tu espera.
Ya no sé si allá fuera de mi vida
quedan otros o no, queda quien ande!
solamente por ti, por cuando llegues,
a solas esperándote te espero.

INQUIETUD
¿Dónde se guarda la estrella mía,
mi cristal de amor?

La noche me niega su torso de aurora
y vamos extrañas, desprendidas,
sin coincidir jamás.

¿Para qué, si a nada le soy amor
soy yo amor en lo desconocido mío?

Y esta ternura que ciñe mis hombros,
que entolda el oro de mi corazón,
¿Para qué, si estoy buscando el agua
y sólo conozco el eco de la fuente?

PRIMER AMOR
¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia!
Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo
sin haberlo soñado, sin que nunca
un ligero esperar prometiera la dicha.
Esta dicha de fuego que vacía tu testa,
que te empuja de espaldas,
te derriba a un abismo
que no tiene medida ni fondo.
¡Abismo y solo abismo de ti hasta la muerte!

¡Tus brazos! Son tus brazos los mismos de otros días,
y tiemblan y se cierran en torno de tu cuerpo.
Tu pecho, el que suspira, ajeno, estremecido
de cosas que tú ignoras,
de mundos que lo mueven...
¡Oh pecho de tu cuerpo, tan firme y tan sensible
que un vaho lo pone turbio
y un beso lo traspasa!
¡Si nunca nadie dijo que así se amaba tanto!
¿Podías tú esperar que ardieran tus cabellos,
que toda cuanta eres cayeras como lumbre
en un grito sin cifra,
desde una cordillera gritada por la aurora?

¿Ceniza tú algún día? ¿Ceniza esta locura
que estrenas con la vida recién brotada al mundo?
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca!
Aquí tenéis la lumbre, la que lo coge todo
para quemar el cielo subiéndole la tierra.

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