No hay dos fuegos
iguales, dice Eduardo Galeano.
No, claro que no.
Cada fuego se enciende de forma distinta: algunos empiezan rápidamente con un
combustible y una fuente de calor, otros luego de mucha constancia de frote con
una piedra o una rama, pero muy pocos son los que nacen de dos miradas que se
cruzan. Son estos
últimos, los fuegos del alma, esa gran llama interior que todo lo alumbra y
quema la piel como el sol en pleno verano.
No hay dos fuegos iguales, hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores |
Me pregunto qué
ocurre con todos esos fuegos que vamos encendiendo a lo largo del camino.
Muchos se extinguen poco a poco, agonizando; otros sobreviven en las brasas aún
rojas que algún día fueron llamas altísimas; algunos se dispersan dividiéndose
en muchos fueguitos pequeños, tal vez insignificantes. ¿Los hay eternos, que
perduren a través del tiempo y del espacio? ¿Los hay constantes, apacibles,
calmos? ¿O el fuego es fuego por ser potente y arrasador, pero a la vez
efímero, tan efímero como el soplido del viento que lo apaga?
Me encantó tu blog. Tiene un no sé qué que a mí me gusta mucho...
ResponderBorrarUn beso.