sábado, 12 de mayo de 2012

¿Y qué hay de cierto en eso de que la verdadera felicidad es real solamente si es compartida? Parte I

Ayer pensaba en algo que una vez me dijo una compañera de trabajo: "Tu independencia, esa en la que tanto creés, tiene un precio: la incapacidad de entablar relaciones duraderas". Ella no se refería precisamente a las relaciones de tipo sentimental, mas bien aquel día hablábamos de las relaciones en general, de los vínculos.
Empecemos por el principio, me encanta viajar. Para mí, viajar no se limita solamente a unas meras vacaciones en alguna playa desierta o un finde en las afueras de la ciudad. Los viajes que más me gustan son esos que me revolucionan la vida por un tiempo, determinado, más o menos largo. Armar dos valijas, llenarlas de ropa, zapatos, libros, regalos; pensar en todas las cosas que voy a hacer cuando esté en ese lugar, a toda la gente que voy a conocer o a reencontrar; ya el simple hecho de estar en un aeropuerto me emociona. Y los vínculos, ¿qué? ¿Acaso no son tan importantes como lo es esa independencia que tanto defiendo con uñas y dientes? ¿Y qué hay de cierto en eso de que la verdadera felicidad es real solamente si es compartida? 
Todavía estoy pensando en eso. Hay días en los que los vínculos pueden más que las ganas de viajar y de seguir mi camino; otros días, sin embargo, esos mismos vínculos los vivo como si fueran ataduras, y siento que el aire me empieza a faltar y necesito volver a respirar. La idea sería que las relaciones que mantengo con otros me unan a ellos y no que me aten, ¿no?
Sí, ya sé, tengo una visión de las relaciones humanas un poco patológica.
(Continuará)


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