Hay un adolescente muerto de frío
en la foto que tengo en la mano, la piel de gallina lo delata. Debe ser
Mar del Plata, el agua del mar en esas playas suele ser poco cálida
incluso en verano. Él está ahí parado frente a la cámara y sonríe en blanco y negro.
Me pregunto en qué piensa ese joven, porque desconozco sus inquietudes. ¿Con qué soñará?
Tal vez con ser jugador de fútbol, o con recorrer el mundo. ¿De cuántas
mujeres se tendrá que enamorar hasta dar con la persona indicada?
Cuanto
más lo miro, menos puedo dejar de interrogarme sobre sus sueños porque
todos tenemos sueños, y todos, de alguna manera u otra, queremos que se
cumplan. Sin embargo, la mayor parte de nosotros no hace todo lo posible
para que esos sueños se vuelvan realidad, seamos sinceros: creo que en un punto, simplemente nos cansamos y dejamos de correr
tras esa idea que en algún momento nos iluminó los ojos y el alma; y
así la vemos alejarse de nosotros, de a poco, lentamente, hasta que un día ya es un puntito lejano, inalcanzable.
Ese
chico sonriente con piel de gallina, ¿habrá cumplido sus sueños? ¿Habrá
corrido lo suficiente detrás de ellos? ¿Seguirá soñando? Quizás los
sueños viejos mutaron en sueños nuevos, no hay de qué avergonzarse.
foto de Ozer Kurt |
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