jueves, 25 de octubre de 2012

Pequeñas grandes revoluciones

La tarde va cayendo en la campiña milanesa. El tren Freccia Bianca en el que viajo va rápido y el cielo anaranjado llama poderosamente mi atención. Una gran sensación de paz, eso me transmite. Sentado enfrente, un hombre joven me espía por el vidrio de la ventanilla, me doy cuenta y sonrío. "Siempre el mismo jueguito de las miradas cruzadas" pienso divertida, sabiendo que es un momento que empieza y muere allí. Como todo. ¿Cómo todo? 
Fito me canta el Amor después del amor y sigo sonriendo. ¡Qué loco! Y me río sola. El señor sentado a mi izquierda me observa curioso, debe pensar que tengo algún toquecito, pobrecita. Sin embargo, no parece tenerme lástima, todo lo contrario, creo que envidia algo de esa felicidad efímera en mi sonrisa. Qué loco todo esto. ¿La vida es esto, entonces? Justo unos minutos antes en Milano Centrale leo una frase de Boris Pasternak que dice algo así como que el hombre ha nacido para vivir y no para prepararse a vivir. Me quedo con eso, pensando en todos aquellos momentos desperdiciados, malusados, idos, muertos sin estrenar. ¿Cuántos presentes echados a perder proyectando futuros inexistentes? ¿Cuántos mañanas que nunca dejaron de ser ayeres para convertirse en hoy, ahora, ya? Nunca pasaron a ser presentes tangibles, se truncaron sin razón aparente, así puf paf. 
El sol ya se escondió del todo, pero todavía veo las vías y algún que otro árbol lejano. Vivir el presente, dicen. Lo que tiene de trivial lo tiene de verdadero. Qué loco. Me apoyo sobre el borde de la ventana, y el aire acondicionado está al máximo brrr. Creo que me está gustando todo esto. Son esas pequeñas grandes revoluciones necesarias que llegan un día y te sacuden el alma, estremeciéndote la piel. Cerrás los ojos y las imágenes se agolpan confundidas, si bien te parece todo tan claro. En el fondo, nunca hubo cosa más simple que ésta. Qué loco todo, qué loco.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario